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El siguiente texto está extraido de http://blog.stanque.com/articulos/una-web-no-es-un-kilo-de-peras/
Muy frecuentemente oímos la palabra “caro”.
Suelen decirnos que somos la propuesta más “cara”, a pesar que nuestra tarifa por hora es francamente ridícula para una cualquier empresa profesional que se precie. Sea del sector que sea. Sin ir más lejos, cada vez que llevo el coche al taller me encuentro con una factura que refleja un precio de hora de trabajo mayor que la que tarificamos nosotros. La pago sin rechistar, como hace todo el mundo ¿Quién soy yo para tasar el coste del trabajo de otr profesional? Pero, sin ánimo de desmerecer un ápice el trabajo de un experto en mecánica, ¿Cuál de los dos trabajos requiere de un nivel de especialización más complejo y difícil de obtener? ¿Qué hay más en España? ¿Mecánicos formados, o profesionales de la web preparados, que conozcan el medio y todas las disciplinas necesarias para desarrollar proyectos con un mínimo de garantías de éxito? No me cabe la menor duda.
No obstante, a pesar de ello, siempre ocurre que hay propuestas más baratas, sospechosamente más baratas y, generalmente, a consecuencia de ello, nos etiquetan de “caros”. Y te lo dicen sin paliativos.
Existen muchos motivos por los que llega a suceder esto. Uno de ellos es que el mercado no está preparado para evaluar sus propias necesidades y diferenciar lo que es bueno y lo que no lo es. Digan lo que digan los clientes, digan lo que digan las empresas o instituciones que contratan una web, la inmensa mayoría no dispone de un criterio al respecto. Se lanzan a ciegas a un mundo que desconocen por completo, más allá de ser usuarios. En ese sentido se encuentran completamente desprotegidos y muchas veces solo les queda confiar en la suerte.
Si necesitas un buen cirujano traumatólogo ¿Cómo llegas hasta él? ¿Cón qué criterio lo seleccionas? No lo buscas en las páginas amarillas en “cirujanos buenos”. En la vida real otros médicos te lo recomendarán en base a una reputación. Pero si no fuera así, y tuvieras que sentarte ante tres cirujanos traumatólogos para elegir “al bueno”, ¿Con que criterio podrías diferenciar cuál es el bueno del malo, o si no hay ninguno bueno? ¿Cómo puedes evaluarlos tú, si los expertos son ellos?
Sin capacidad para evaluar, los clientes suelen basarse en diferentes criterios, generalmente subjetivos, como puede ser la impresión que les cause el técnico y/o comercial que haga la visita, además de un criterio común a priori muy objetivo: El precio.
Si te ofrecen “lo mismo” por 6.000 euros y por 1.500 euros ¿Qué oferta eliges? Bueno, la mayoría diría que obviamente la de 1.500 euros.
Pero, si cualquiera lo reflexiona un momento, ¿Lo mismo por 6.000 que por 1.500? ¿Dónde y cuándo se ha visto que se regalen duros a cuatro pesetas?
En España somos extremadamente desconfiados, sin embargo, en este ámbito, alguien ofrece un producto a una cuarta parte del precio, o a la mitad, y muchos piensan que el producto final será el mismo, con matices, pero básicamente el mismo. Hay algo que falla. Porque si a cualquiera le ofrecen por 7.500 euros un Mercedes nuevo, valorado en 30.000 euros, por mucha crisis que haya, lo que creerá inmediatamente es que están intentando timarle. Que es robado, que no es nuevo, que es defectuoso, o cualquier otra cosa negativa. Pero nunca pensará: “¡Vaya! ¡Qué suerte he tenido!”
La realidad es que se contratan webs como quien va al supermercado y compra un kilo de peras. Puedes ir al supermercado más barato, donde sabes que serán más baratas, porque en realidad, no habrá diferencias notables con respecto a las de otro. Y si las hay, probablemente son tan sutiles que no vale la pena ni plantearse ir hasta otro a por ellas. Son peras.
Pero una web no es un kilo de peras. Una web no es mercancía. Un web es un desarrollo a medida, y las diferencias estarán marcadas siempre por el equipo de trabajo que la desarrolle, por su experiencia, sus conocimientos, su formación, su seriedad y su compromiso. El producto final, su calidad, será el fruto de ese desarrollo personalizado y los resultados que se obtengan del mismo serán directamente proporcionales a dicha calidad.
Esto último es lo que, generalmente, no alcanza a ver el cliente. Si el producto o su estrategia no está correctamente planteada, si no es usable, si no es accesible desde diferentes plataformas, o si no es posicionable, ese producto, no solo no proporcionará ningún beneficio, si no que estará abocado irremediablemente al fracaso y a la necesidad imperiosa, más temprano que tarde, de un nuevo desarrollo que comience desde cero, con todo lo que ello implica: una nueva inversión en tiempo y energías, y por supuesto una nueva suma de dinero. Esos 1.500 euros, una ganga a priori , se convertirán en un gasto inútil y en una pérdida de un tiempo valioso, ya sea porque la competencia lo esté haciendo mejor o porque, no haciéndolo mejor, se está perdiendo una excelente oportunidad para ponerse por delante.
A eso, ciertamente, es lo que yo llamo caro.
La triste realidad, es que la inmensa mayoría de los desarrollos acaban siendo de este tipo. De hecho muchas empresas encadenan uno con otro, siempre trabajando en ello. Basta con ojear varias webs de empresas al azar para ver cuánto dinero malgastado y cuántas oportunidades de negocio perdidas. Ante este panorama, no creo que nadie pueda alzar la voz con orgullo para decir: “¡Vaya!, ¡Cuánto dinero ahorrado!”.